Arquitectura

Arquitectura del Antiguo Egipto: claves para apreciar los monumentos de tu viaje

La arquitectura del Antiguo Egipto está formada por construcciones que, en algunos casos, llevan en pie más de 4.000 años. Una proeza que sólo puede deberse al gran desarrollo técnico de aquella civilización o, como creían sus gentes, a su carácter divino. Pero lo que está claro es que sus monumentos siguen ejerciendo en la actualidad un poder de atracción sin igual, representando el motor de muchos viajes turísticos como los que organiza nuestra agencia. 

Por ello, en esta página te damos algunas claves para poder apreciar mejor la importancia y la belleza de la arquitectura del Antiguo Egipto, que va desde la grandiosidad de las Pirámides de Giza hasta la minuciosidad aplicada en todos los rincones de los templos.

Tabla de contenidos

Cómo es la arquitectura del Antiguo Egipto

La arquitectura del Antiguo Egipto tiene unas características que la hacen única. Y eso la ha convertido en un referente para otras civilizaciones coetáneas y posteriores, inspirando en muchos aspectos a las construcciones levantadas, por ejemplo, en la Antigua Grecia. Pero lo más fascinante es que sigue siendo imitada o reinterpretada incluso en nuestros días por parte de los arquitectos más vanguardistas. 

Una de las características más palpables en la actualidad es la estrecha vinculación de la arquitectura del Antiguo Egipto con su religión. Por supuesto, hubo muchos edificios de carácter civil, pero prácticamente no han llegado hasta nuestros días. En cambio, las construcciones funerarias y religiosas son las que han perdurado en el tiempo, para disfrute de todos los viajeros que visitan el país. Es el caso de las pirámides, los templos y los hipogeos, entre otros, como analizamos más abajo.

Uno de los motivos por los que esas construcciones religiosas y funerarias han sobrevivido varios miles de años es que sus materiales eran mucho más resistentes. Si bien las viviendas y otros edificios civiles se realizaban en adobe (barro cocido), los recintos levantados con vocación de eternidad empleaban otros mucho más duraderos, como la piedra caliza, el granito o la arenisca. Esto les permitió sobrevivir el paso del tiempo, y en especial, resistir los daños que periódicamente causaban las crecidas del Nilo.

Otra de las características que salta a la vista en la arquitectura del Antiguo Egipto es su estrecha relación con otras artes plásticas. En especial, con la pintura mural y la escultura, en sus diferentes versiones: estatuas de bulto redondo y altorrelieves, pero también grabados sobre las paredes a modo de bajorrelieves policromados. En ellos, además, se trasladan a la pared los jeroglíficos, la antigua escritura egipcia que tiene un innegable valor artístico y religioso.

Entre los recursos decorativos preferidos están la representación de los dioses, con sus respectivos mitos, así como la idealización de los faraones. La naturaleza también sirvió de fuente de inspiración para la ornamentación, tanto la fauna (a menudo simbolizando a dioses concretos) como la flora. En este último caso, abundan las flores de loto, las plantas de papiro y las hojas de palma, que se emplean muy a menudo en columnas.

A nivel constructivo, cabe indicar que la arquitectura del Antiguo Egipto se fundamentaba siempre en estructuras muy sólidas y macizas, con muros de gran grosor y con paramentos verticales inclinados. Además, en estos muros aparecen muy escasas aberturas, como podrían ser ventanas, buscando dicha solidez pero también para evitar la entrada del calor propio del desierto. Además, prácticamente la totalidad de sus estructuras son adinteladas, aunque se han podido constatar edificios abovedados, lo que permite suponer que tenían conocimiento del arco como recurso constructivo, en mayor o menor medida.

Otro aspecto que se puede resaltar de la arquitectura en el Antiguo Egipto es el carácter prominente que tomaron muchos arquitectos, una muestra del reconocimiento que tuvieron en aquella sociedad y en particular, por los faraones. Cabe citar, por ejemplo, el caso de Imhotep, autor de la pirámide escalonada de Saqqara para el eterno descanso del faraón Dyeser (o Zoser), en torno al 2.650 a.C (Imperio Antiguo): este profesional técnico, que también fue ingeniero y médico, llegó a ser venerado como dios en tiempos posteriores, especialmente a partir el Imperio Nuevo.

Tipologías de la arquitectura del Antiguo Egipto

Como decíamos, en la arquitectura del Antiguo Egipto se puede hablar de varias tipologías predominantes, de carácter religioso y funerario. A continuación las explicamos, sin olvidarnos de otros tipos de construcciones que también formaban parte de las ciudades y los poblamientos más pequeños.

Mastaba Egipcia

Las mastabas

No son las construcciones más famosas ni las más espectaculares de la arquitectura del Antiguo Egipto, pero es importante conocerlas porque de ellas derivan las pirámides. De hecho, se trataba de pequeñas construcciones en forma de pirámide truncada, es decir, sólo contaba con la base o tronco de esta figura geométrica, sin su cuerpo superior con terminación en pico. Se erigían sobre enterramientos, donde originalmente se colocaban túmulos. Con el tiempo, esos túmulos fueron derivando en bloques de adobe y piedra, lo cual permitía crear una cámara abierta en el muro (serdab) en la que situar la estatua del difunto, en piedra o madera. Más adelante, se fueron añadiendo galerías y cámaras interiores.

En cuanto a sus dimensiones, llegó a tener hasta 50 metros de largo y 6 metros de alto. En su interior, un pozo daba acceso a la cámara funeraria subterránea, donde se encontraba el sarcófago y se realizaban los rituales. Esta cámara estaba ricamente decorada con motivos ornamentales y escenas relacionadas con el difunto y el más allá. También son abundantes las escenas de la vida cotidiana, por lo que se pueden considerar una interesantísima fuente de información sobre ella, aunque se trataba de una construcción funeraria empleada sólo en los más altos estamentos de aquella sociedad.

Hay numerosas mastabas repartidas por todo el país, pero no son representativas de la arquitectura del Antiguo Egipto al completo: se construyeron en época predinástica, en el Imperio Antiguo y en el Imperio Medio. Pero en el Imperio Nuevo, en cambio, se volvieron cada vez más raras. Por ello, al tratarse de estructuras especialmente antiguas, no siempre han llegado en perfectas condiciones hasta nuestros días. En cualquier caso, se pueden citar como buenos ejemplos las de Shepseskaf (o el-Faraun) o la de Hesy-re, en el entorno de Menfis, capital durante el Imperio Antiguo.

Arquitectura del Antiguo Egipto

Las pirámides de Egipto

Las pirámides no sólo son el gran icono de la arquitectura del Antiguo Egipto, sino también uno de los grandes símbolos de aquella civilización. Eran construcciones funerarias para el faraón y su familia. De hecho, no se construían en solitario, todo lo contrario: eran el eje sobre el que giraban otras muchas edificaciones, creando recintos funerario-religiosos muy amplios donde se levantaban otras pirámides más pequeñas para mujeres y parientes, así como templos religiosos en sus inmediaciones. Incluso en ocasiones se hacían construir residencias o palacios reales que permitieran la presencia de los reyes durante su construcción.

Estas construcciones simbolizaban dos ideas, principalmente. Por un lado, hacían referencia a la colina primigenia que, según las cosmogonías de la religión egipcia, surgió de las aguas u océano primordial. Según algunos autores, esta concepción del origen del Universo podría estar a su vez influida por las inundaciones del Nilo, que en primer lugar dejaban al descubierto las elevaciones del terreno tras su descenso. Y por otro lado, serían una representación de la ascensión a los cielos del faraón, al inicio por medio de una gran escalera (pirámides escalonadas) y posteriormente por medio de una rampa perfecta (pirámides clásicas). En su interior se situaban galerías y cámaras que contenían a la momia del personaje para quien la pirámide estaba construida, con rica decoración y exvotos. En materia ornamental destacan los Textos de las Pirámides, un derroche de conjuros y súplicas en escritura jeroglífica para asegurar al faraón vida eterna en el más allá.

Sin embargo, cabe puntualizar que la construcción de pirámides tampoco es representativa de toda la arquitectura del Antiguo Egipto, pues se ciñó a los periodos del Imperio Antiguo e Imperio Medio, con alguna excepción posterior, como los faraones de la dinastía XXV, de origen nubio, que construyeron estructuras similares pero ya en territorio del actual Sudán. Y su periodo de esplendor se puede acotar aún más: las dinastías III y IV, momento en el que se levantaron las pirámides clásicas.

Se han documentado más de un centenar de pirámides, aunque no todas son del mismo tamaño y no todas han llegado hasta nosotros en iguales condiciones de conservación. Destaca por su importancia la de Zoser (o Dyeser) en Saqqara (hacia el 2650 a.C): fue la primera en sustituir los ladrillos de barro cocido por los bloques de piedra, más resistentes y duraderos. Su artífice fue el mencionado Imhotep, que mostró una clara intención de lograr un resultado más perfecto.

Poco después surgió la pirámide acodada, con caras exteriores en pendiente decreciente hacia la cumbre, como evolución de la anterior y fase previa de las pirámides clásicas. Se debate si este diseño era pretendidamente así o era fruto de la incapacidad de sus constructores para lograr una pirámide de rampas perfectas.

Sea como fuere, eso llegó con la dinastía IV, hacia el 2.500 a.C, con las de Giza: no sólo son las más famosas de la arquitectura del Antiguo Egipto, sino también las más grandes, las más perfectas y las mejor conservadas. Hechas en piedra al completo, su perfección geométrica sigue fascinando en la actualidad. La mayor de todas ellas es la de Keops (o Jufru), con más de 146 metros de altura original, aunque en la actualidad no llega a los 140 metros. No obstante, se calcula que la de Dyedefra debió de ser algo más alta, aunque fue desmantelada posteriormente en época romana.

Progresivamente, las pirámides decrecieron, tanto en tamaño como en calidad de materiales, pues se usó la piedra sólo para el revestimiento exterior, siendo el armazón interior de adobe. Además, los riesgos reales de saqueos en su interior derivaron en galerías interiores mucho más complejas. Además de las mencionadas pirámides de Zoser y Keops, cabe citar otras como las de Kefrén y Micerinos (las otras dos famosas del conjunto de pirámides de Giza) o la de Seneferu en Dahshur, todas ellas de gran importancia en la arquitectura del Antiguo Egipto.

Los templos de Egipto

Los templos: características y evolución

El templo es la otra gran tipología de la arquitectura del Antiguo Egipto. Su concepto religioso es muy diferente al que se maneja en la actualidad. En aquel entonces, se trataba más bien de la ‘casa’ de un determinado dios, y no de un lugar de culto para sus fieles, de modo que éstos no entraban en el santuario interior. Sin embargo, su papel en la vida de la civilización egipcia era central y cumplía, de una manera u otra, muchas funciones: centro administrativo, social, médico, educativo, etc. 

Para estas funciones se podían disponer construcciones auxiliares en adobe, mientras que el templo en sí era de piedra. No obstante, sus características fueron evolucionando con el tiempo, pues en época predinástica y en los primeros tiempos del Imperio Antiguo, los templos eran más bien pequeñas capillas de adobe con techumbres vegetales, donde se guardaba la imagen del dios. Con el paso del tiempo acabaron convirtiéndose en templos de piedra, ya presentes en complejos funerarios de importancia como los mencionados de Zoser, Keops, Kefrén y Micerinos.

En esta página sobre la arquitectura del Antiguo Egipto, merecen una mención especial los templos solares, popularizados en Heliópolis con la dinastía V, en los que se realizaban rituales en honor del dios Ra y su poder divino. Aunque se tiene escasa documentación sobre ellos, tendrían una estructura diferente y serían fundamentales en un cambio de doctrina religiosa, dejando en un segundo plano la adoración a Osiris y su Duat, propias de la teología menfita, y centrando el interés en la veneración del dios del sol Ra, promovida en Heliópolis (‘ciudad del sol’, en griego). 

Tras la crisis que supuso el Primer Periodo Intermedio, en el Imperio Medio se construyeron recintos que aglutinaban otras edificaciones, como las mencionadas pirámides y pequeños templos complementarios en honor de dioses. Pero en esta época se dieron pasos hacia la concepción clásica de los templos, como fue el uso de la piedra y la distribución de algunos de sus espacios.

Sin embargo, la época dorada de los templos egipcios llegó con el Imperio Nuevo: los faraones abandonaron la idea de construir grandes pirámides, decantándose ahora por otras soluciones funerarias, como los hipogeos y los speos: destinaron más recursos a la construcción y mantenimiento de los templos religiosos, haciéndolos más grandes y complejos. Es entonces cuando se establece la estructura clásica de estos recintos, que contaba con una serie de espacios bastante estandarizados, como mostramos más abajo.

El templo más sobresaliente de toda la arquitectura del Antiguo Egipto es, probablemente, el templo de Amón en Karnak, Tebas (Luxor), en honor del dios Amón-Ra, que se erigió como principal desde ese momento. Pero hay otros muchos destacables de aquella época, como los de Abidos y Medinet Habu.

Tras el esplendor político y económico del Imperio Nuevo llegó una época de inestabilidad política y social, pero eso no impidió que se continuarán construyendo importantes templos: de hecho, durante la Baja Época y el Periodo Ptolemaico se produjeron importantes aportaciones al concepto de templo. Por ejemplo, con los mammisi: construcciones cercanas y relacionadas con el templo principal en las que se veneraba el nacimiento divino, por lo que suelen estar relacionadas con divinidades de la fertilidad o tríadas. Además, al tratarse de construcciones relativamente recientes, han llegado mejor conservadas hasta nuestros días, en mayor número y con una belleza muy visible. En este sentido, se pueden mencionar el espectacular templo de Isis en Filé o el templo de Dendera.

No obstante, con el ascenso del cristianismo, la religión egipcia se fue progresivamente apagando y con ello, sus templos se fueron abandonando. El testigo en la construcción de templos lo tomaron los coptos, con iglesias en ciudades como Alejandría o pequeños asentamientos monacales de retiro para los primeros eremitas. Era, por tanto, el epílogo de la arquitectura del Antiguo Egipto.

Estructura de los templos

Como decíamos, uno de los grandes hitos para la arquitectura del Antiguo Egipto fue la estandarización de los templos, que comenzaron a tener esta distribución más o menos fija:

  • Dromos: avenida con esfinges a ambos lados, que dirigía a la puerta del templo. Podía unir varios templos entre sí, o el templo con otro lugar de importancia
  • Pilonos: grandes muros trapezoidales, más gruesos en la base, que hacían las veces de puerta al recinto, pues dejaban entre sí una abertura para el paso de los fieles. Sus paredes estaban profusamente decoradas con bajorrelieves policromados y solían contar con banderas o enormes estandartes flanqueando dicha entrada. En este punto también se emplazaban los obeliscos, decorados con bajorrelieves. 
  • Sala hipetra o patios peristilos: se trataba de un espacio descubierto en su parte central, rodeado perimetralmente por un pórtico de columnas. Aquí era donde los sacerdotes se encontraban con los fieles, que no podían entrar al santuario. Si el recinto contaba con varios patios peristilos, estos estaban a su vez separados por sus respectivos pilonos
  • Sala hipóstila: espacio cubierto bajo techumbre y repleto de columnas. Esta sala solía estar elevada con respecto al nivel del suelo. Hasta aquí podía entrar la aristocracia, pero no el pueblo. Se iluminaba con celosías situadas en la techumbre, dejando los laterales en penumbra. A menudo se suele hablar de auténtico ‘bosque de columnas’, aunque sería más propio hablar de ‘mar’ u ‘océano’, puesto que la idea que pretendía transmitir era la de las aguas primordiales, de donde emergen los tallos de las plantas de papiro. Y los que más crecían eran los que recibían la luz divina, que se filtraba por las celosías, de modo que las columnas centrales e iluminadas eran más altas que las laterales en sombra.
  • Santuario: compuesto a su vez de diferentes estancias. Su acceso estaba restringido al sacerdote y al faraón. Solían estar iluminadas de forma tenue y no eran de grandes dimensiones. Estaban profusamente decoradas con imágenes de dioses, mitos y faraones, todo ello policromado con colores brillantes. En estas estancias, cabe mencionar:
    • Cámara sagrada:era donde se alojaba la imagen del dios del templo, en la que se creía que habitaba su ba o alma. Por su carácter absolutamente sagrado, a menudo se le suele llamar sancta santorum. Podía contener una barca, utilizada en las procesiones fuera del templo
    • Otras estancias o capillas: en ellas se alojaban imágenes de otros dioses relacionados con el patrono del templo, o bien salas donde se guardaban exvotos u objetos rituales importantes
  • Recinto y otras construcciones auxiliares: era común que el templo estuviera rodeado por un muro de adobe, que lo protegía simbólicamente del exterior, aunque con el tiempo también ofreció una protección defensiva-militar. En el interior de este recinto, entre el templo y los muros, se disponían a menudo otras construcciones auxiliares, tanto de carácter religioso (mammisi) o de otro tipo (almacenes, centros de enseñanza, talleres de escritura, etc.)
Los obeliscos de Egipto

Obeliscos

Uno de los elementos presentes en la arquitectura del Antiguo Egipto son los obeliscos, toda una seña de identidad de ésta. Con el surgimiento de los templos solares antes mencionados en Heliópolis, empezarían a proliferar, y se erigían inicialmente en estos templos como representación de la columna de agua primordial u océano (Nun) que dio origen al Universo, sobre la cual se posaría el sol. Sin embargo, como hemos visto, su uso se extendió posteriormente, formando parte de la estructura clásica de los templos.

Una interpretación diferente, por cierto, le dio siglos después Akhenatón (Ajenatón, Amenhotep IV o Amenofis IV), hacia el 1.350 a.C, que los consideraba rayos petrificados de la deidad solar que promovió como única: Atón. Estos obeliscos tienen la particularidad de estar hechos en un solo bloque de piedra y procedían principalmente de canteras de Aswan, donde aún permanece uno que no llegó a ser extraído. Además de este obelisco inacabado, se calcula que hay una treintena, muchos de los cuales fueron sacados del país para decorar otras ciudades del mundo, como Roma, París o Nueva York.

Hipogeos y speos en Egipto

Hipogeos y speos

A medio camino entre la función religiosa y la funeraria encontramos los hipogeos y los speos, dos tipologías muy características de la arquitectura del antiguo Egipto. Los hipogeos eran galerías subterráneas excavadas en la roca con el objetivo de alojar los sepulcros de miembros de la realeza o de la alta sociedad egipcia, tras el abandono progresivo de otras estructuras funerarias más llamativas, como las pirámides y las mastabas.

Uno de los motivos que propiciaron este cambio fue la búsqueda de mayor seguridad y discreción para evitar expolios y profanación de momias, algo que se producía con frecuencia en las pirámides. Y recordemos que una condición indispensable para que el difunto alcanzara la vida eterna en el más allá era la conservación intacta de su momia.

Este tipo de construcción ya existía en el Imperio Antiguo, cuando la capital era Menfis, pero tuvo su máximo esplendor a partir del Imperio Medio y, sobre todo, durante el Imperio Nuevo, sustituyendo definitivamente a las pirámides como construcción funeraria. Hay numerosos hipogeos repartidos por diferentes puntos del país, pero los más destacados son los del Valle de los Reyes, en la antigua Tebas (actual Luxor), todo un icono de la arquitectura del Antiguo Egipto

Los hipogeos son muy discretos exteriormente, pues tienen entradas que se mimetizan con la fachada rocosa y pasan prácticamente inadvertidas. Pero una vez dentro, pueden alcanzar una gran riqueza decorativa en sus galerías, especialmente en la central que da acceso a las cámaras anexas, donde se situaban los sarcófagos. Ahí es habitual encontrar bajorrelieves policromados y jeroglíficos, con escenas similares a las que se pueden ver en los Libros de los Muertos.

Los speos, por su parte, son también construcciones excavadas dentro de la roca, generalmente una colina, vaciando su interior para la formación de diferentes espacios. En estos casos, su exterior sí es monumental, con elementos arquitectónicos muy visibles y esculturas grandiosas. A diferencia de los hipogeos, combina la función religiosa y la función funeraria, pues se construían para proteger y recordar al faraón, aunque no contenía su sarcófago. Algunos de ellos reciben el nombre de hemispeos, pues una parte del recinto es una construcción exenta y la otra, la más sagrada, permanece excavada en la colina. 

Estas construcciones no son exclusivas de la arquitectura del Antiguo Egipto, pero es aquí donde se encuentran los ejemplos más destacados a nivel mundial. El más espectacular de todos es, sin duda, Abu Simbel, situado en el extremo sur del país, junto al Lago Nasser y cerca de la frontera con Sudán. De hecho, su gran artífice, Ramsés II, lo construyó en este lugar para conmemorar la batalla de Kadesh (1274 a.C), que quedó en tablas con los hititas aunque este faraón quiso convertirla en victoria, avisando de su poder a los vecinos nubios con este megaproyecto. Un gran speos está dedicado a este faraón, con esculturas gigantes en las que se mezclan rasgos de su persona y atributos de dioses. 

Muy cerca se encuentra otro speos pequeño, dedicado a su esposa Nefertari. También cabe citar el hemispeos del templo funerario de la faraona Hatshepsut, en el complejo de Deir el Bahari, cerca del Valle de los Reyes, con un gran recinto exento y una zona excavada perfectamente integrada con el entorno.

Otras construcciones civiles y militares

Lógicamente, la arquitectura del Antiguo Egipto no sólo se compone de construcciones religiosas y funerarias, sino que en sus ciudades y asentamientos también había otras de carácter civil y militar. Por lo que respecta a las viviendas, no se conservan grandes vestigios de ellas, principalmente por estar hechas en materiales más pobres, como los ladrillos de barro cocido o adobe. 

No obstante, los estudios arqueológicos permiten indicar que las casas solían contar con un salón principal y central,  con columnas y luz cenital. A su alrededor se disponían las habitaciones. Y en un espacio exterior, el jardín y/o terrazas, donde se plantaban hileras de palmeras. También solían contar con una bodega subterránea, que representaba el espacio mejor aislado y más estable térmicamente, ideal para la conservación de alimentos. Un rasgo característico de estas viviendas es la casi total ausencia de ventanas, en este caso para evitar la entrada de calor sofocante.

Las viviendas más interesantes y mejor conservadas son las de Amarna y Deir el-Medina, aunque son yacimientos arqueológicos menos impactantes que otros monumentos de la arquitectura del Antiguo Egipto. No obstante, tienen gran importancia en la Egiptología, pues permiten conocer diferentes aspectos de la cultura cotidiana de aquellas gentes.

Los palacios y residencias reales eran también edificios destacados dentro de la arquitectura del Antiguo Egipto, pero por desgracia no han llegado hasta nuestros días. Al contrario que las ‘moradas para la eternidad’ (sus construcciones funerarias), no se mantienen en pie las moradas terrenales de los faraones. No obstante, las tenemos que imaginar muy suntuosas y espaciosas, decoradas profusamente con colores vivos y ornamentación de carácter natural, donde había grandes espacios interiores (salón del trono, salas de recepción, salas de harén) y exteriores (jardines, estanques artificiales, etc.). 

Este tipo de construcciones están presentes en todas las épocas, ya desde el Imperio Antiguo, pues se han podido identificar palacios en, por ejemplo, los recintos funerarios de Giza. Pero los ejemplos mejor documentados los encontramos en el periodo del Imperio Nuevo, especialmente con Amenofis III y con su sucesor Amenofis IV (Akhenaton), que se construyeron sus propias residencias reales en Malkatta y en Amarna, aunque apenas quedan ya sus vestigios arqueológicos. 

Poco numerosas son también las fortalezas egipcias que conocemos en la actualidad, algo que llama la atención si tenemos en cuenta la longevidad de esta civilización (más de tres milenios) y si lo comparamos con otras coetáneas, como la mesopotámica, que sí fueron más prolíficas en castillos y murallas. Un motivo que podría explicar este hecho es la protección natural que ofrecían los desiertos situados a cada lado del Nilo, algo que dificultaba los ataques extranjeros, aunque eso no impidió que se produjeran invasiones en algunos momentos de su historia. 

En cualquier caso, los trabajos arqueológicos recientes están sacando a la luz algunas fortalezas militares. Las más importantes son quizás las Murallas Blancas de Menfis, gran capital durante el Imperio Antiguo y ciudad de referencia en todos los periodos, por su simbolismo. De hecho, según la leyenda, fueron erigidas por el mítico rey Menes y por ello, cada nuevo faraón que ascendía al trono, promovía una procesión ritual a su alrededor.

Otras muralles estaban situadas en áreas de frontera o en lugares por donde podrían acceder las tropas extranjeras. En este sentido, cabe citar las fortificaciones descubiertas en el entorno del actual Canal de Suez, como la de Tharu o la de Tell el Kadwa.

Más visibles son las de la Baja Nubia: están situadas en el territorio del actual Sudán, pero se pueden clasificar dentro de la arquitectura del Antiguo Egipto, pues las construyeron faraones del Imperio Medio (como Sesostris I o Sesostris III, de la dinastía XII) y las ampliaron otros durante el Imperio Nuevo. Es el caso de la fortificación de Buhen, en el entorno de la segunda catarata del Nilo, construida como las otras para asentar la frontera sur con el antiguo Reino de Kush.

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