logo egipto exclusivo

Diferencias entre las pirámides de Egipto y de México

Resulta sorprendente cómo dos civilizaciones sin contacto entre sí lograran una misma proeza: la construcción de grandes pirámides que, a la postre, se han convertido en sus señas de identidad. Hablamos de las pirámides de Egipto y de México. O, mejor dicho, de Mesoamérica, pues algunas de ellas se reparten por otros territorios de la región, como Guatemala. Pero a pesar de sus similitudes, hay importantes diferencias entre ellas… y ahí está lo hermoso para quien viene desde uno de estos países americanos, o simplemente para los viajeros globales. 

#1. Su datación es distinta

Un primer dato que conviene saber es que las pirámides de Egipto y de México no son contemporáneas. Las del país africano son anteriores, pues se construyeron nada más y nada menos que hace más de cuatro milenios. Por ejemplo, las famosas de Keops, Kefren y Micerino, se remontan al 2.500 a.C, aproximadamente. Además, este tipo de construcciones no se realizaron siempre, sino más bien durante el Imperio Antiguo.

En cambio, las pirámides de Mesoamérica abarcan una datación muy amplia pero más reciente. Aproximadamente, entre el siglo III y el XVI de nuestra era, siendo los siglos VI, VII y VIII los más prolíficos. Estas pirámides fueron construidas por diferentes culturas mesoamericanas que, pese a sus diferencias, tuvieron en común la construcción de este tipo de estructuras: especialmente, los aztecas, los olmecas y los mayas.

#2. Rendían culto a destinatarios distintos

Aunque las pirámides se concebían como una especie de nexo entre el mundo terrenal y el más allá, las egipcias y las mesoamericanas tenían destinatarios distintos. En el caso de las egipcias, se concibieron como grandes estructuras para albergar la tumba del faraón, idolatrado y reverenciado hasta llegar casi a la divinización. Estas pirámides, en realidad, garantizaban las circunstancias más adecuadas para que todos los elementos de su ser pudieran permanecer unidos y en convivencia, lo que le garantizaría la vida en el Más Allá.

Sin embargo, las pirámides de Mesoamérica se concebían más bien como templos o monumentos sagrados desde cuya cúspide se realizaban sacrificios a los dioses. El lugar elegido para dichos sacrificios no era casual: su parte más alta era, a su vez, el lugar más cercano a las divinidades. En algunos casos, dichos sacrificios eran humanos, por lo que los rituales debieron de ser momentos de gran tensión y violencia. En cambio, el ambiente que debió de reinar en las pirámides egipcias sería de total quietud.

#3. Su diseño y disposición varía

Por último, otra diferencia más evidente es que la forma que tienen unas y otras tampoco es igual. Las primeras pirámides de Egipto tenían una forma escalonada, como la de Saqqara, a modo de evolución de las primitivas mastabas. Sin embargo, fueron evolucionando hasta llegar a las ‘pirámides perfectas’ o de caras lisas, configurando una pirámide de cuatro lados prácticamente simétricos y rematada en punta.

Sin embargo, las pirámides de Mesoamérica son, en su mayoría, de diseño escalonado, como las primeras egipcias. Sin embargo, no están rematadas en punta, pues la parte más elevada de estas pirámides es plana y, sobre dicho espacio, se ubica otro cuerpo generalmente de forma rectangular, que es el templo en sí. Además, llama la atención la disposición de escalinatas empinadas, con decenas de peldaños, por los que se accede a la cúspide de la pirámide.

En cualquier caso, las pirámides de Egipto y las de México, Guatemala y otros países de la región son monumentos que emocionan a quienes lo visitan y, por ello, en muchos casos están declaradas Patrimonio Mundial por la Unesco, como las de Giza o la de Chichén Itzá.

Post relacionados