Los amantes de la historia saben que allá por los siglos XI y XII, Oriente Próximo estuvo marcado por el enfrentamiento entre los cruzados cristianos y los sultanes musulmanes. Los primeros estaban impulsados por el papado y comandados por una élite guerrera procedente de Europa occidental, y tenían el objetivo de conquistar y proteger Jerusalén, así como la tumba de Cristo. Los segundos representaban a diferentes reinos pero con prevalencia de la dinastía ayubí que, de una manera u otra, tenían el control de Tierra Santa y otros lugares considerados sagrados para el cristianismo. Ese enfrentamiento dejó una huella importante en lo que hoy es Israel pero, ¿dejaron también su huella los cruzados en Egipto? En este post salimos de dudas.
Presencia pero (¿casi?) ningún vestigio
Los cruzados cristianos llegaron a entrar en el territorio de lo que hoy es Egipto, no directamente desde Europa, sino desde el Reino de Jerusalén, que se había creado en el año 1099. Más tarde, Amalarico I rey de Jerusalén fue quien tomó la iniciativa, aprovechando la debilidad del califato fatimí, que se encontraba ya en los estertores de su dominio.
En total se contabilizan cuatro campañas entre 1163 y 1169, consideradas invasiones, aunque los cruzados no llegaron a ejercer un control significativo de los territorios egipcios por los que pasaron. En la tercera, las tropas cruzadas estuvieron tan cerca de tomar El Cairo que llegaron a iniciar la construcción de un puente sobre el Nilo y se retiraron del Bajo Nilo tras un acuerdo favorable para sus intereses.
La última de estas invasiones fue un asedio y desembarco en Damieta, que por un lado resultó en un fracaso de estas empresas y, por otro, y en el ascenso y confirmación del caudillo llamado a gobernar Egipto en las siguientes décadas: Saladino.
Otras cruzadas, como la quinta (1213-1221) tuvieron como objetivo la conquista parcial o total de Egipto. De nuevo, se señaló Damieta como objetivo de asedio y desembarco, avanzando hasta El Cairo, pero los ejércitos cristianos (procedentes en este caso de Hungría, Austria y otros territorios europeos) se vieron obligados a retroceder y desistir.
Más allá de estos años de hostilidades, apenas se puede hablar de cruzados en Egipto. Una excepción podría ser, quizás, el castillo de la Isla del Faraón, en aguas del Golfo de Aqaba, frente a las costas de Jordania. En dicha fortaleza se ha querido ver la mano de los cruzados, probablemente anterior a las mencionadas invasiones, en tiempos del rey Balduino I (1116), pero no han aparecido evidencias arqueológicas de ello. También se cree que el propio Saladino, en 1170, tomó la fortaleza y ordenó ampliarla, aunque el aspecto que tiene en la actualidad probablemente se deba a intervenciones en siglos posteriores.
Otros lugares relacionados con los cruzados en Egipto
Si bien los cruzados no dejaron apenas ningún vestigio en forma de construcciones o monumentos, se puede decir que la amenaza que supuso su presencia en Tierra Santa y sus incursiones en Egipto provocaron la alerta y activación de sus enemigos, en forma de estructuras militares defensivas.
La más significativa de todas las construcciones defensivas creadas para resistir y repeler a los cruzados es, precisamente, la Ciudadela de Saladino, erigida en lo alto de las colinas de Mokattam por el mencionado sultán y sus sucesores ayubíes a finales del siglo XII. Una posición estratégica y perfecta para la vigilancia del Cairo, que posteriormente consolidaron y ampliaron los sultanes mamelucos e incluso los valíes en tiempos del Imperio otomano.
En definitiva: aunque Egipto fue un lugar estratégico para cruzados y ayubíes, los vestigios actuales son casi inexistentes, aunque a buen seguro que con imaginación y un poco de literatura, las batallas libradas aquí a finales del siglo XII y principios del XIII seguirán teniendo vigencia en la mente de muchos viajeros.