La ciudad de Tell el Amarna, en el Egipto Medio, también llamada simplemente Amarna, es el nombre actual con el que nos referimos a Akhetaton o Ajenatón, la capital del Antiguo Egipto a mediados del siglo XIV a. C (Dinastía XVIII, Imperio Nuevo) durante un brevísimo pero interesantísimo período de tiempo: una época misteriosa y rupturista, que atrae la atención de egiptólogos, egiptómanos y turistas en general.
Akhenatón fue el faraón que construyó Amarna y en estas líneas veremos por qué, pues se trata de un aspecto clave para disfrutar de la visita de este yacimiento, que en la actualidad es un parque arqueológico a cielo abierto. Además, en esta página te mostramos las claves de otros lugares de interés cercanos, que a menudo suponen un magnífico complemento en excursiones de una jornada completa: Beni Hassan y Hermópolis. Toma nota de toda la información que te proporcionamos y recuerda que si deseas configurar un viaje a medida por el Egipto Medio, nuestra agencia se encargará de ello: te conseguiremos transporte, alojamiento, guías locales y todos los detalles que necesites para disfrutar de la experiencia.
Como suele ser habitual en Egipto, y especialmente en relación al Antiguo Egipto, puede haber cierta confusión con respecto al nombre de este lugar y el de sus protagonistas. Debes tener claro los siguientes términos:
En resumen: Akhetaton, Ajetatón y Amarna designan el mismo lugar, mientras que Akhenatón, Ajenatón, Amenofis IV y Amenhotep IV designan a la misma persona, es decir, al faraón que construyó Amarna.
No es fácil ubicar Tell el Amarna en el mapa, pues no existe ninguna población con ese nombre en Egipto. Se trata solo de un área más o menos extensa e indeterminada, situada en la ribera oriental del río Nilo, frente a la pequeña localidad de Bani Omran (o Bani Umran). Por ello, se puede encuadrar a Amarna en el Egipto Medio, una vasta zona que engloba el Valle del Nilo entre el Bajo Egipto y el Alto Egipto. Por tanto, está a medio camino entre El Cairo y Luxor.
Esta es una lista de distancias que te servirá de orientación: Amarna se encuentra…
Su clima es de tipo desértico cálido, como en todo el Valle del Nilo, de modo que te aconsejamos consultar la página de Clima en Egipto para conocer más detalles, que te ayudarán a elegir la protección adecuada para el momento de visitar Amarna.
Sería difícil entender y disfrutar la visita de este lugar sin conocer antes su breve historia: qué faraón construyó Amarna, por qué lo hizo, qué pasó después, etc. Si realizas la visita de la mano de Egipto Exclusivo, el guía que te proporcionemos se encargará de ponerlo todo en contexto. Pero también lo hacemos aquí, a modo de toma de contacto.
Remontémonos a la época de la Dinastía XVIII, durante el Imperio Nuevo. Y más concretamente, al siglo XIV a.C. Aquella era una época de dominio y sometimiento de Egipto sobre adversarios pasados y vecinos contemporáneos: hicsos, nubios, cananeos… Y todo ello dio como resultado un periodo de gran esplendor económico, sobre todo en época de Amenofis III.
Sin embargo, era también una época en la que empezaron a surgir tensiones religiosas y políticas dentro del propio país y entre los diferentes poderes. El motivo principal: el cada vez mayor poder que estaba acaparando el clero de Amón en Karnak (Tebas, actual Luxor). Unas tensiones que ya había experimentado el mencionado Amenofis III, pero que estallaron con su sucesor, Amenofis IV, futuro Akhenatón.
Amenofis IV decidió cortar por lo sano: cambió la religión oficial del Antiguo Egipto, haciéndola prácticamente monoteísta. Con su reforma, todos los dioses quedaban supeditados al dios del disco solar, Atón, que alcanzaba así la supremacía. Y para tener total control sobre la nueva religión, Amenofis IV se autoproclamó intermediario o profeta de dicha divinidad, rebautizándose como Akhenatón.
La ruptura, además, vino acompañada de un cambio de capital política, administrativa y religiosa. Decidió abandonar Tebas para establecer su corte en una nueva ciudad: Akhetatón (Amarna), construida sobre la nada y a unos 400 km al norte de Tebas. En un tiempo récord se construyó todo, en especial su palacio y el Gran Templo de Atón, que ahora era el edificio religioso de referencia.
Es difícil estimar cuánto tiempo se mantuvo la capital en Amarna, pero los expertos coinciden que, al menos, 15 años. Una cifra insignificante en comparación con los varios milenios de existencia de la civilización egipcia. Sin embargo, se pueden considerar 15 años frenéticos, intensos, revolucionarios. Tanto a nivel político como religioso, social y artístico.
De hecho, se suele considerar como una de las cimas del arte egipcio, donde se adoptaron unos cánones menos rígidos y mucho más naturalistas. Y la temática de algunas obras muestran una cierta preferencia por los asuntos terrenales más por encima de los sobrenaturales, como si reinara una cierta alegría y gozo por la existencia. Algunas composiciones murales en tumbas de la ciudad y las llamadas Cartas de Amarna (documentos diplomáticos en tablas de arcilla halladas aquí) son algunos de los pocos testimonios que nos permiten imaginarnos cómo era la vida en la ciudad.
Sin embargo, un cambio tan drástico tiene el riesgo de chocar con toda la sociedad: tanto los estamentos ya asentados en ella como los propios individuos, que sintieron como un agravio el desplazamiento de los dioses en los que llevaban toda la vida creyendo. Algo que, sin duda, hacía imposible que el legado de Akhenatón continuara por mucho tiempo.
Por ello, el final y caída de Amarna fue tan abrupto como su surgimiento. Tras la muerte de Akhenatón, de la que no se tienen apenas datos, todo se vino abajo. Probablemente la población, incluida la familia real, se vio azotada por una epidemia que aceleró el proceso. Le sucedió Semenejkara, aunque por un brevísimo periodo, sin estar claro cuál fue su papel. Y tras ello, llegó el famoso Tutankamón, hijo de Akhenatón, que a pesar de morir joven, inició un proceso de restitución religiosa, política y social.
Más radical fue, años después, el faraón Horemheb, último de la Dinastía XVIII, quien promovió la total destrucción de Amarna, que había quedado abandonada durante el reinado del mencionado Tutankamón. Y como Akhenatón fue considerado un auténtico hereje, se atacaron también sus nombres y cualquier rastro de este personaje. Recordemos que, según la religión egipcia, dañar el nombre de una persona provoca también daño en el más allá, truncando su vida eterna.
Este ataque sistemático a la vida y obra de Akhenatón provocó la pérdida casi total de cualquier vestigio de Amarna. Se aprovecharon incluso los bloques de piedra de sus edificios para otras construcciones, lo que provoca que prácticamente no queden estructuras en pie en el parque arqueológico actual.
Buena parte del misterio e interés que genera este lugar se debe a Akhenatón, el faraón que construyó Amarna. Y por ello, conviene dedicarle unas líneas que nos permitan imaginar cómo era, pues lo verás representado en diferentes puntos de este yacimiento y en otros lugares del Egipto Medio, como el Akhenaton Museum de Al Minia.
No hay duda de que Akhenatón es probablemente el faraón más inconfundible de todos. Y no por casualidad: la revolución estilística que promovió en el arte dio como resultado retratos novedosamente naturalistas, especialmente en estatuas. En ellos se repiten las mismas características: cráneo abultado, cara delgada, alargada y felina, con labios prominentes y carnosos. Pero quizás lo que más llama la atención es la ambigüedad sexual que muestra su figura, sobre todo por las nalgas y caderas voluptuosas.
Todo ello provocó entre los estudiosos el debate de si el faraón que construyó Amarna pudo tener alguna enfermedad degenerativa. Sin embargo, la tendencia actual es considerar que esta ambigüedad era una convención estilística para aglutinar atributos femeninos y masculinos, al igual que ocurría con el aglutinador dios Atón.
Ese ese un misterio que no ha podido resolverse porque nunca se ha encontrado su momia. Estuvo un tiempo indeterminado en su tumba del Valle Real de Amarna y probablemente junto a algunas hijas. Pero se cree que más tarde fue enviado al Valle de los Reyes, relacionándose con una momia aparecida en la tumba KV55, aunque nunca ha podido demostrarse.
Si Akhenatón ha pasado a la historia como un personaje enigmático, lo mismo se puede decir de su Gran Esposa Real: Nefertiti, que también desempeñó un papel fundamental en el cisma que supuso el Periodo de Amarna. Y no solo por ser la favorita del faraón, sino por su influencia sobre él. Algunos estudios creen incluso que podría ser la persona detrás del nombre de Semenejkara, lo que la convertiría en una de las pocas reinas-faraón del Antiguo Egipto.
Su importancia también se vislumbra en el gran número de representaciones artísticas que protagonizó. Fue muy habitual que acompañara a Akhenatón en posición de adoración al disco solar Atón. Y en muchas ocasiones, acompañados de sus hijas, algo realmente novedoso porque las escenas familiares no se asociaban a las representaciones de los faraones.
Este personaje tuvo dos nombres. Nefertiti, el más empleado, corresponde con su nombre de nacimiento y significa “la mujer bella ha llegado”. El otro, su nombre de trono, estuvo en la línea con el de su marido: Neferneferuaton, que podría traducirse como “hermosas son las bellezas de Atón”.
Pero sin duda, su fama se debe en gran medida al famoso busto de Nefertiti, que muestra a la perfección los cánones estilísticos del Periodo de Amarna (estilización de los rasgos faciales, cuello alargado, naturalismo, etc.) y que, para muchos, es el icono supremo de la belleza femenina. ¡Casi 3.400 años después! En la actualidad, se conserva en el Neues Museum de Berlín y se considera una obra maestra del arte universal, con un magnetismo equiparable al de la Mona Lisa de Leonardo da Vinci. En este caso, lo realizó Tutmose en su taller de Tell el Amarna, pero salió del país a comienzos del siglo XX. El gobierno egipcio no pierde la esperanza de recuperarlo algún día, en este caso para formar pareja con el de su marido en el Akhenaton Museum de Al Minia.
Por desgracia, poco queda en Tell el Amarna de la antigua ciudad de Akhetaton. Ello se debe al paso del tiempo, al traslado a otros museos (egipcios y extranjeros) y, sobre todo, a la gran destrucción promovida a la muerte de Akhenatón como castigo a su herejía. Por ello, como ocurre en cualquier otro parque arqueológico, te será de gran ayuda contar con guías expertos que te ayuden a interpretar adecuadamente las ruinas que se presentan ante tus ojos. Puedes ponerte en contacto con Egipto Exclusivo para ello, pero en las siguientes líneas te contamos brevemente los principales puntos de interés de este gran yacimiento.
Además de estos espacios, en el parque arqueológico de Amarna hay otros puntos de interés, como el Kom el-Nana, recinto amurallado situado al sur que podría tener una función similar al Maru Atón, o un poblado de trabajadores de la ciudad.
Es habitual complementar la visita a Amarna con otros lugares de interés cercanos, para lo cual resultará imprescindible contar con un medio de transporte privado, como el que te proporciona Egipto Exclusivo. Y uno de los complementos perfectos son las tumbas rupestres de Beni Hassan, a unos 50 km en coche, datables en tiempos de las dinastías XI y XII.
Estos hipogeos no son comparables a los del Valle de los Reyes de Tebas (Luxor) en cuanto a importancia y riqueza, pues fueron realizadas para el descanso eterno de nobles y gobernadores locales, no de faraones. Pero sin embargo suponen un magnífico retrato de aquella civilización, pues las paredes están decoradas con escenas de la vida cotidiana. Solo son accesibles algunas, pero sus salas hipóstilas son de gran interés. Destaca la de Jnumhotep II, nomarca durante el Imperio Medio, con escenas de cacerías o trabajos agrícolas. En las cercanías también había un templo dedicado a Pajet, divinidad ligada a la coronación cuyo culto estableció aquí la reina-faraón Hatshepsut.
Otra visita de enorme interés es la de Hermópolis Magna, situada a unos 25 km al norte de Amarna, en la orilla occidental del Nilo. Además de ser capital del nomo XV, fue uno de los grandes centros religiosos del Antiguo Egipto, dedicado principalmente al culto del dios Tot, divinidad de la sabiduría, la curación y la escritura, que los griegos identificaron con su Hermes, de ahí su nombre actual (los egipcios de la época llamaban a esta ciudad Jnun y en la actualidad su nombre árabe es El-Ashmunein). Este dios era a menudo representado con cabeza de ibis o, como puede verse aquí, en forma de babuino.
Para comprender su importancia cabe citar que, según una de las cosmogonías (teorías sobre la Creación del Universo) más difundidas en el Antiguo Egipto, todo comenzó aquí. Según la tradición hermopolitana, en esta zona se hallaban los ocho dioses primitivos (Nun-Naunet, Heh-Heket, Kuk-Kauket y Nia-Niat), en cuatro parejas en estado líquido cuyo desequilibrio desencadenó un cataclismo. De esta suerte de Big Bang primitivo surgió el mencionado dios Tot y un montículo con un huevo cósmico, de cuyo interior salió el dios Ra.
Poco queda de aquel gran centro de culto de Hermópolis y lo que puede verse en la actualidad son principalmente restos de la época grecorromana, como una basílica cristiana del siglo V. Aunque no es tan espectacular como otros del país y no forma parte de los grandes circuitos turísticos, lo cierto es que sería el monumento más destacado en muchas ciudades de Occidente.
Las principales desventajas con las que ha luchado Hermópolis como lugar turístico son la fuerte competencia de otros parques arqueológicos cercanos y el expolio sufrido tiempo atrás por los cazatesoros, pues algunas de sus piezas más representativas están en museos como el Británico de Londres.
Como era de esperar de una ciudad tan importante como Hermópolis, tenía su propia necrópolis: era Tuna el-Yebel, por su nombre árabe actual, situada a unos 9 km al oeste de Hermópolis (El-Ashmunein) y a unos 30 km de Amarna.
Se conservan interesantes vestigios, algunos de ellos en muy buen estado de conservación, como el Templo de Petosiris, que en realidad son unas catacumbas en las que se aprecia el inconfundible estilo de la Baja Época, recordando a otros como el de Dendera, también en el Egipto Medio. Petosiris fue un sumo sacerdote del dios Tot del siglo IV a.C, cuyo sarcófago está en la actualidad en el Museo Egipcio de El Cairo. En las escenas de los frescos interiores se aprecia una original mezcla de detalles egipcios y griegos.
Sin embargo, el vestigio más antiguo que se conserva aquí es una estela fronteriza de la época de Akhenaton, labrada en una montaña del lugar para marcar los límites entre Amarna y el territorio circundante.
Por último, otra propuesta a tener en cuenta es el Museo de Mallawi, al menos para quienes aún tengan ganas de profundizar sobre estos yacimientos y deseen contemplar algunas piezas halladas en los yacimientos mencionados: Amarna, Hermópolis y Tuna el-Yebel. Aunque fue saqueado en 2013, pudo ser reabierto en 2016 con algunas piezas recuperadas.
Para saber cómo llegar hasta Tell el Amarna puedes consultar las indicaciones que te damos en la página dedicada al Egipto Medio. En ella te explicamos que en esta zona geográfica hay varios aeropuertos, siendo el más cercano el de Asiut. El autobús o los cruceros por el Nilo pueden ser otras opciones viables, mientras que el tren no es la opción más recomendable.
Pero todas ellas quedan en un segundo plano en comparación con el transporte privado por carretera: un taxi o un vehículo de capacidad mediana con chófer a vuestra disposición es la mejor opción para llegar hasta aquí desde ciudades cercanas como Al Minia u otras más alejadas como El Cairo o Luxor. Y también resultará imprescindible para poder moveros dentro del parque arqueológico de Amarna y en dirección a los otros yacimientos complementarios (Beni Hassan, Hermópolis y Tuna el-Yebel).
Así que si quieres tener bien planificado este detalle y otros muchos de tu viaje, no dudes en contactar con Egipto Exclusivo. ¡Nos encargaremos de organizar un programa a medida para tu comodidad y seguridad!
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